El Ayuntamiento de la Ciudad de Nueva York y los sindicatos burocráticos liquidan con una firmada el derecho de huelga de los trabajadores
Hace poco, el presidente de la burocrática y antiobrera RWDSU y el Ayuntamiento de Nueva York se dirigieron a la prensa para felicitarse por un logro histórico: el proyecto de ley “Paz laboral” que pasó por el Consejo Municipal el 23 de noviembre. Este logro “histórico” ha sido poco más que una nota a pie de página en las noticias del mes pasado, apenas siendo reportado. Sin embargo, creemos que es necesario volver a examinar esta nota a pie de página, ya que aclara la función de los sindicatos burocráticos anti-trabajadores en relación con las organizaciones políticas de los empleadores.
Los acuerdos de “paz laboral” no son nada nuevo. Se emplearon desde la década de los 80, cuando los municipios empezaron a exigirlos a los empresarios como condición para el desarrollo con recursos públicos, ya sean terrenos públicos, ayudas económicas directas o exenciones fiscales.
Estos acuerdos exigen que los empleadores no interfieran con una campaña de sindicalización a cambio de recibir una promesa legalmente vinculante de que los trabajadores que el sindicato busca representar no harán huelga ni participarán en ninguna acción en el lugar de trabajo. Ésta es una táctica familiar: los empresarios y sus partidos políticos permitirán o incluso fomentarán la certificación de los sindicatos con la condición de que los trabajadores entreguen su principal arma de lucha: la huelga. Con mucho gusto permitirán que una organización se llame a sí misma un sindicato con la condición de que no perturbe de ninguna manera el flujo de ganancias.
Sin embargo, existen ciertas particularidades de esta nueva ley que no deben ignorarse. Los negocios cubiertos por la ley son nuevos establecimientos de venta por mentor, de servicio de alimentos o de distribución de alimentos ubicados en nuevos desarrollos que reciben más de $ 500,000 en terrenos baratos, préstamos a bajo interés o exenciones de impuestos. Las pequeñas empresas, así como los establecimientos ubicados en Hunts Point o Brooklyn Navy Yard, están exentos de estos requisitos. Una vez abierto el establecimiento, una organización laboral tiene 90 días para comenzar a negociar un acuerdo de paz laboral, que una vez aceptado, puede durar más de 10 años.
Debe tenerse en cuenta que el número de desarrollos que reciben fondos de la ciudad es relativamente pequeño, y cuando se tienen en cuenta todas las diversas exenciones, queda claro que este proyecto de ley no es histórico en absoluto y es completamente incapaz de revertir el declive de densidad sindical incluso de los últimos años. Este gran revés en el declive de los sindicatos burocráticos en Nueva York es incluso menos probable dado que ha sido bajo su mismo liderazgo que la densidad sindical ha disminuido, el nivel de vida de las masas se ha desplomado y la mayoría del movimiento obrero ha sido subsumido a las necesidades de los empleadores.
El punto principal sigue siendo que tanto el Ayuntamiento como el presidente de la RWSDU están haciendo una reverencia pública en la celebración de darse el poder de privar a miles de trabajadores de su derecho a la huelga. Dada la estructura actual de este proyecto de ley, una organización laboral y un empleador pueden privar a un grupo de trabajadores de sus medios básicos de lucha contra sus empleadores sin ningún aporte de los trabajadores en un lugar de trabajo determinado. Basta con el firmado de un burócrata para hacer esta inmensa imposición contra la democracia obrera.
Los sindicatos que no luchan contra los empleadores como clase no pueden promover los intereses de los trabajadores. Dado que estos acuerdos de paz a menudo van seguidos de contratos que prohíben las huelgas, queda claro que organizaciones como la RWDSU no son amigas de los trabajadores.
Asimismo, está claro que la clase obrera no tiene amigos en el Consejo Municipal. Este proyecto de ley, que potencialmente puede privar a miles del derecho de huelga, fue aprobado casi por unanimidad, con un apoyo abrumador de ambos partidos políticos. Los mismos testaferros que un día lamentan la pobreza, la degradación y la debilidad de sus electores, al día siguiente, privarán a las mismas personas de los medios para mejorar sus condiciones de vida.
La pregunta sigue siendo: ¿cuál es el propósito de organizaciones laborales tan monstruosas y deformadas? ¿Por qué los empresarios y sus políticos se molestarían en cultivar sindicatos tan falsos?
En el ámbito económico, un sindicato que rechaza el camino de la lucha no puede representar una amenaza seria para el flujo constante de ganancias o para el orden actual. Sin embargo, puede garantizar que el celo de los capitalistas individuales por exprimir a la clase trabajadora no amenace con la ruina económica. Tales organizaciones pueden garantizar que una fracción de la clase obrera pueda continuar ganando lo suficiente para mantener la demanda de bienes de consumo, pagar las rentas exigidas por los terratenientes, etc., asegurando que la clase capitalista en su conjunto pueda seguir obteniendo beneficios de sus inversiones, mientras que la clase trabajadora es capaz de reproducir su fuerza de trabajo para venderla al capital.
Sin embargo, el principal beneficio para la burguesía está en el ámbito de la política. Durante décadas, los distintos sindicatos burocráticos han sido fundamentales para el funcionamiento del Partido Demócrata, que recibe este invaluable apoyo a cambio de promesas vacías de legislación laboral, u otras reformas, diferidas después de cada ciclo electoral. Es absolutamente esencial para los empleadores y sus políticos vincular a un determinado sector de la clase obrera a sus diversos proyectos reaccionarios para evitar la posibilidad misma de un resurgimiento de la militancia obrera genuina por un lado, y por el otro, de una perspectiva obrera de la sociedad que sea independiente de la de los explotadores. El hecho de que estas organizaciones sirvan para unir a la clase trabajadora con sus explotadores queda ilustrado por la interpenetración de los sindicatos burocráticos con los partidos capitalistas y el estado: el vicepresidente de la Corporación de Desarrollo Económico de la ciudad de Nueva York, la institución encargada de supervisar las inversiones de la ciudad en el desarrollo – no es otro que el funcionario de SEIU Local 32BJ. La incorporación del movimiento obrero adquiere mayor importancia en el contexto del reciente aumento de la militancia sindical a escala de todo Estados Unidos.
Si queremos transformar las condiciones de los trabajadores en el sector de la restaurantes y dar nueva vida al movimiento laboral, debemos rechazar la perspectiva humillante y comprometedora de los burócratas laborales. Debemos tomar una perspectiva que no solo enfatice la independencia de la clase trabajadora, sino que también defienda el derecho de huelga en cualquier momento y por cualquier motivo. Se nos ha presentado una opción de dos caminos, y debemos elegir correctamente o sufrir las consecuencias en los años venideros.