Nuestra historia, parte ii: de la primera guerra mundial al nacimiento de la AFL-CIO

Esta es la segunda parte de nuestra historia del movimiento obrero estadounidense, basada en una presentación interna de la Escuela Sindical RWC-CTR. Si los trabajadores de hoy quieren revivir con éxito el movimiento obrero estadounidense, es esencial que estudiemos nuestra propia historia. Si no sabemos cómo hemos llegado al presente, no podremos trazar un camino hacia el futuro.

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La Primera Guerra Mundial fue una guerra entre países imperialistas para repartir de nuevo el mundo entre ellos. Alemania se había industrializado pero no tenía colonias, mientras que Francia e Inglaterra tenían colonias, pero habían decaído. La guerra resultante provocó la miseria de las masas, con 20 millones de muertos. Pero aunque fue una calamidad para la mayor parte de la humanidad, la Primera Guerra Mundial permitió la expansión del capitalismo monopolista estadounidense.

Durante la mayor parte de la guerra, los EE.UU. adoptó una política de neutralidad, que le permitió suministrar materiales de guerra muy necesitadas a las naciones beligerantes, de armamento y otros productos para la guerra. Entre 1914 y 1918, la industria pesada estadounidense (armas, automóviles, metalurgia) y la agricultura aumentaron su producción en casi un tercio, mientras que la industria ligera (textiles, artículos de papel, cuero) destinada a los consumidores individuales disminuyó con la misma rapidez.

El resultado del rápido aumento de la producción de guerra fue un incremento de la concentración de capital y el crecimiento de los monopolios. En 1919, más de 10.000 empresas tenían una producción valorada en más de 1.000 millones de dólares, empleaban a la mayoría de los trabajadores y representaban más de dos tercios del valor total de la producción.

El gobierno de los EE.UU. ayudó en el proceso de monopolización, creando la Junta de Industrias de Guerra en 1917 con el fin de coordinar las compras de suministros de guerra, proporcionar a los capitalistas privados las materias primas, y animar a las empresas a utilizar técnicas eficientes de producción alta escala. A finales de 1917, Wilson ordenó al Secretario de Guerra que se apoderara de los ferrocarriles. La Administración de Ferrocarriles de EEUU invirtió 1.000 millones de dólares en este sector crucial. Se crearon nuevas fábricas mediante inversiones estatales, por ejemplo, en municiones. El Estado concedió todo tipo de subvenciones y préstamos a los capitalistas privados.

Durante la Primera Guerra Mundial, los trabajadores sufrieron enormemente. La jornada laboral se alargó y hubo esfuerzos coordinados por el Estado y la AFL para suprimir las huelgas. Los trabajadores inmigrantes se enfrentaron a restricciones de empleo y de expresión. Los salarios reales disminuyeron un 25%.

Durante la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos era un campo de trabajo militar para los trabajadores y un paraíso para los capitalistas.

El período después de la primera guerra mundial

En abril de 1917, Estados Unidos entró en la guerra del lado de los aliados para compartir en el botín de la victoria y derrotar a Alemania, su competidor más peligroso.

En octubre de 1917, la Revolución Rusa estableció un estado en el que la clase obrera era dueña de la sociedad. Esto contribuyó a una tremenda ola de militancia obrera en todos los países capitalistas. Sólo en 1919, más de 4 millones de trabajadores de los EEUU participaron en huelgas, la mas grande de las cuales fue la Gran Huelga del Acero de 1919.

Los trabajadores de la siderurgia trabajaban en turnos de 12 horas por un salario bajo, y las muertes y lesiones eran frecuentes. US Steel se negó a negociar con los 18 sindicatos que representaban a los trabajadores. En agosto, los trabajadores del acero se opusieron a sus propios líderes y votaron en un 98% a favor de la huelga. En septiembre, los obreros siderúrgicos parados cerraron la mitad de la industria.

Las empresas siderúrgicas se pusieron en contra de los huelguistas y los tacharon de comunistas, a la vez que avivaron el sentimiento anti-inmigrante contra los trabajadores. El Estado encarceló y golpeó a cientos de huelguistas. Después de que los trabajadores en huelga y los rompehuelgas se enfrentaron, 2000 soldados del ejército estadounidense fueron a ocupar a Gary, Indiana.

La AFL se negó a contribuir a la ayuda a las huelgas y, en general, se opuso a la movilización de los trabajadores inmigrantes y negros, que constituían una parte importante de los trabajadores del acero. Además, la AFL seguía dedicándose al sindicalismo artesanal, que organizaba a los trabajadores en función de su profesión, a pesar de que los años de la guerra habían provocado la descualificación masiva de los trabajadores, haciendo que las distinciones artesanales fueran cada vez más irrelevantes. En 1920, la huelga del acero había sido derrotada.

La transición de una economía de guerra a una economía de paz fue difícil. Se produjo un fuerte descenso de la producción, ya que los ahorros se agotaron rápidamente. En 1920-21, el exceso de capacidad productiva chocó con la estrechez de los mercados, desencadenando una crisis económica. La producción industrial cayó un 23%, la producción de acero un 53% y la agricultura un 41%. El desempleo aumentó hasta el 23%. Tal es la irracionalidad del capitalismo: hay fábricas quietas, materias primas y trabajadores, pero si no hay una forma rentable de reunir estos elementos, la producción se paraliza y la clase obrera sufre.

A la crisis de 1920-21 le siguió un auge. Los capitalistas emprendieron la “racionalización” de la producción, introduciendo nuevas técnicas, la automatización y la producción en masa. Hubo una expansión del crédito, sobre todo para la compra de coches, muebles y otros bienes duraderos, haciendo crecer el mercado de consumo interno. En 1929, los Estados Unidos ocupaba el primer lugar en el comercio capitalista mundial, y los beneficios de las inversiones extranjeras eran aún mayores. Los monopolios se expandieron a un ritmo sin precedentes. Los Estados Unidos había desplazado a Europa como el centro capitalista principal del mundo.

Pero la economía rugiente de los años 20 era en realidad bastante frágil. Los aumentos de productividad se lograron mediante la adopción de técnicas que condujeron al desempleo masivo. La agricultura estuvo en crisis crónica durante toda la década. Y Estados Unidos luchaba violentamente con otros imperialistas de Asia y América Latina por las materias primas.

La década de 1930

El 21 de octubre de 1929 marcó el inicio de la Gran Depresión. La producción se desplomó en una media de casi el 50% en toda la economía. En el sector del automóvil, la producción cayó un 95%. Los equipos de producción quedaron inutilizados. Los productos agrícolas se destruyeron en enormes cantidades. Unos 10 millones de trabajadores se encontraron sin trabajo.

En 1933, el New Deal de Roosevelt tenía como objetivo suprimir la crisis económica, pacificar a la clase obrera y reforzar el dominio del capital monopolista. La Ley de Recuperación Industrial Nacional (National Industrial Recovery Act, NIRA) pretendía regular las relaciones entre los trabajadores y la patronal. Esto dio a los trabajadores el derecho a sindicalizarse y a negociar colectivamente. La intención era llevar la lucha de clases a los cauces institucionales, pero de hecho la NIRA aumentó bruscamente el número de trabajadores que participaban en las huelgas.

En 1934, una serie de campañas de organización fueron acompañadas con grandes huelgas: la huelga de los trabajadores del transporte de Minneapolis, que llevó a la declaración de la ley marcial, a detenciones masivas y al asesinato de trabajadores; la huelga de la costa oeste, que cerró los puertos y llevó a una huelga general después de que la policía disparó contra una multitud de trabajadores, matando a tres; la huelga de Toledo Auto-Lite, que incluyó una batalla de cinco días entre 10.000 huelguistas y la Guardia Nacional, que llevó a lesiones masivas y a la muerte de dos trabajadores.

Estas acciones militantes y otras sentaron las bases de un nuevo modelo de sindicalización.

En 1935, los miembros de la AFL propusieron organizar a los trabajadores por industria, en lugar de por profesión. La dirección de la AFL rechazó esta propuesta. Esto condujo a la división que dio origen al Congreso de Organizaciones Industriales (CIO). Elnuevo modelo “vertical” de sindicalización se adecuaba a la descualificación y masificación de la mano de obra introducida por el capital durante las décadas anteriores.

Ese mismo año, la NIRA fue declarada inconstitucional. Se aprobó la Ley Nacional de Relaciones de Trabajo (NLRA), también conocida como Ley Wagner, que protegía la sindicalización en el sector privado, la negociación colectiva en el sector privado y la actividad de huelga. La NLRA sigue siendo la base legal de nuestra actividad sindical incluso hoy en día. Al igual que la NIRA, el objetivo de la NLRA era calmar la lucha de clases a través de la negociación colectiva regulada por el Estado, que ahora era supervisada por la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB). Pero, al igual que la NIRA, la NLRA no hizo nada por apaciguar a los trabajadores. La sindicalización y la actividad huelguística aumentaron drásticamente, y los capitalistas respondieron con violencia abierta.

Una de estas huelgas fue la huelga de brazos caídos de Flint de 1936-37, que estableció la Unión de Trabajadores del Automóvil (UAW) como un sindicato importante y centralizado. Los trabajadores ocuparon físicamente las fábricas, previniendo que los propietarios reanuden la producción. Los trabajadores en huelga eligieron su propia dirección, establecieron tribunales de trabajadores y organizaron la resistencia a los ataques de la policía. Tras la victoria de la huelga de Flint, la UAW creció más de un 1600%.

El período posterior a la segunda guerra mundial

En 1945-46, la Gran Ola de Huelgas azotó a los Estados Unidos, en numerosos sectores: el automóvil, el eléctrico, el cárnico, el siderúrgico, el minero, el de transporte, etc. Fueron las mayores huelgas de la historia de EEUU, con la participación de 5 millones de trabajadores. Los trabajadores plantearon reivindicaciones que antes se consideraban “fuera de lugar”, por ejemplo, que se abrieran los libros de contabilidad a las inspecciones de los trabajadores y que se aumentaran los salarios sin subir los precios de los bienes asalariados.

El sindicalismo estadounidense incluía ahora a todos los trabajadores, cualificados y no cualificados, en organizaciones sectoriales unificadas y centralizadas.

Este avance se vio socavado por el comportamiento de los dirigentes sindicales, que se negaron a aplicar la democracia interna y que consideraron cada vez más que su trabajo consistía en mantener la estabilidad, en lugar de combatir al enemigo de clase. Los dirigentes sindicales solían ser propietarios de empresas, intelectuales o trabajadores cualificados bien pagados. 

La burocracia sindical corrupta era un producto del capitalismo estadounidense de la época. Estados Unidos tenía una industria rentable a gran escala y los capitalistas monopolistas estadounidenses exportaban capital a todo el mundo. La clase capitalista utilizó una pequeña parte de sus inmensos beneficios para corromper a una capa aristocrática y alejar al movimiento obrero de la lucha independiente.

En 1947 se aprobó la Ley de Gestión de las Relaciones Laborales, conocida como Ley Taft-Hartley, en respuesta a la oleada de huelgas de 1945-46. La Taft-Hartley privó a los trabajadores de numerosos derechos que habían sido adquiridos a través de la NLRA. Prohibió los piquetes masivos, las huelgas de solidaridad, las huelgas no autorizadas y las huelgas del sector público. Permitió al Presidente de los EE.UU. a declarar una emergencia que podía retrasar cualquier huelga con un periodo de “enfriamiento” de 60 días. Permitió la “libertad de expresión” de los empresarios a expensas de los trabajadores. Obligó a los líderes sindicales a jurar legalmente que no eran comunistas. Legitimó las leyes de “derecho al trabajo” y prohibió el taller cerrado.

Los líderes sindicales traidores aceptaron la Taft-Hartley sin resistencia, organizando sólo dos manifestaciones contra Taft-Hartley, y sólo porque se vieron obligados a hacerlo tras una manifestación más grande y espontánea de los trabajadores del automóvil en Detroit. La política de los “líderes” sindicales pasó a ser la oposición a todas las huelgas.

A finales de la década de 1940, el CIO fracasó en una campaña para organizar la industria textil en el Sur, llamada “Operación Dixie”. Los capitalistas del Sur apelaron a los prejuicios racistas y al anticomunismo para derrotar la campaña. Los estados del Sur siguen sin organizarse hasta el día de hoy. Esto consolidó una peculiaridad del movimiento obrero estadounidense: la concentración geográfica de los sindicatos.

En 1949, el CIO expulsó a dos sindicatos miembros por su negativa a ponerse al lado de la patronales contra sus propios trabajadores. A finales de ese año, otros nueve sindicatos habían sido expulsados. En 1953, la AFL y el CIO firmaron un pacto de no rapiña, poniendo fin a lo que había sido una práctica habitual, sentando las bases para la unificación de las dos federaciones.

En 1955, el CIO se fusionó con la AFL para formar la AFL-CIO bajo el liderazgo de George Meany, y la traición fue completa. A mediados de la década de 1950 se produjo la mayor densidad sindical de la historia de Estados Unidos. A partir del nacimiento de la AFL-CIO, la historia del movimiento obrero ha sido una historia de actividad sindical cada vez más ineficaz y de tasas de densidad sindical cada vez más bajas.

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